sábado, 31 de enero de 2015

Anoche, la penúltima noche de enero, ella me comentó que alguna vez en la adolescencia quiso ser fan de algún cantante. Se decidió por Shakira pero nunca pudo aprenderse bien las canciones, no entendía lo que decían. A sus casi treinta años no ha podido ser fan de nadie. Tomábamos cerveza verde y comíamos un plato de queso y embutidos. Sonaba una canción de Bob Dylan. Salimos a compartir un cigarro. Con mi tos no era conveniente uno completo. Le dije que yo también había intentado ser fans de otros cantantes y lo había logrado pero con cierto éxito. Le expliqué que me aprendía las canciones, así no las entendiera, pero los títulos jamás lograba memorizarlos. Entramos porque el viento frío de Las Heroínas me molestaba la garganta. Todavía sonaba la canción, o tal vez la repitieron. Y como si fuera un milagro parecido a un truco de magia, recordé el título, Visions of Johanna. Tal vez porque lo había leído tantas veces antes de escucharla. Y pensé en Luis Tévez y Eugenia  Blanc, porque algunos personajes de ficción se nos parecen tanto que uno termina por recordarlos como si fueran gente real. Caminamos un rato por el centro hasta que nos subimos a un taxi. La dejé en la puerta de su casa y subí en el taxi hasta la mía. Hoy, enero se despide con una tarde fría, olor a tierra mojada, algunas gotas de lluvia (poco agradables). Ataque de tos. Parece que vienen los días del frío húmedo. Días en los que el alma se esconde en los rincones del cuerpo.