miércoles, 1 de diciembre de 2010

Era lógico que todo comenzara con un espejo. Un espejo sin elaborado marco de arabescos dorados, tampoco simple y lineal de plástico, pero que sigue siendo como comienzo, un cliché, lugar común. ¿Y sí a este lugar común lo hacemos más lógico y común diciendo que este espejo es un nombre, uno que rebota en sonidos y luego en letras nuestra propia imagen? Entonces tendría sentido decir que al nacer o antes de nacer, todo dependerá del afán familiar por nombrar, nos regalan nuestro primer espejo. Primer espejo que no es aquel que compramos para adornar la sala o afeitarnos en el baño. No, este espejo no lo elegimos, esa primera puerta al mundo no la escogimos, alguien nos dijo por ahí te toca. Cuando aún no sabemos hablar ni escribir, son los otros quienes sacan el espejo en el que nos vamos reconociendo poco a poco. Una vez que podemos, somos nosotros mismos los que sacamos el espejo, ante nosotros y el resto. La gente se mira en mi espejo y yo en el de los otros. A Eric le tocó un espejo de cuatro letras. Cuatro letras son pocas, parecen pocas y como si no pesaran. En este punto debemos recordar que los  espejos son engañosos, y que cuatro livianas y escasas letras no son siempre eso, livianas y escasas  (...)

1 comentario:

  1. Era lógico pensar en Chema Madoz, aunque su espejo tenga cinco letras:
    http://www.elangelcaido.org/libros/021chmadoz02.jpg

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